Me presento: soy Fer y tengo 22 años (recién cumplidos), soy la millenial de Tipos Libres, como me bautizó Eduardo desde el día uno, la “Huga Sánchez”.
Contexto: Hugo Sánchez es un personaje de una serie mexicana y es el asistente de… pues de todos. Ya se podrán imaginar la carrilla que vivo en el estudio (pero se disfruta, todo con cariño).
Sin deberla ni temerla (y mucho menos merecerla), crecí en una burbuja de privilegio. Nací en una familia muy unida, estudié en buenas escuelas y nunca me ha faltado nada. Sin duda, he tenido buena suerte. Pero el problema de las burbujas es que además de proteger, ciegan. Crecí en una “realidad” donde mis amigas y sus familias eran iguales a la mía y su forma de pensar era la misma… “lo normal”. ¿El resto? El resto era raro, y pensaba “Dios nos libre de ser raros…”
Pero fui creciendo (tanto como puedes crecer a los 20 años). Entré a la universidad, empecé a trabajar y se fueron formando fisuras en mi burbuja. No voy a mentir, mi cambio no fue muy radical que digamos. Sigo viviendo con mi familia y yendo a una buena universidad. Pero tuve la oportunidad de conocer más gente, y me fui dando cuenta que no todos crecieron en las mismas circunstancias, y que mi lugar de privilegio me había mantenido por mucho tiempo jugando al “si no es mi realidad, no es la de nadie”.
El que no ve el dolor ajeno, no es capaz de entender y mucho menos de empatizar. El haber crecido en un ambiente donde me sentía protegida y segura, me impidió durante mucho tiempo ver (o me permitió ignorar). Porque sin duda, esa no es la realidad de la mayoría de las mujeres en México.
En mi país, en 2019 se hicieron 976 denuncias por feminicidio (SNSP). 19 de 32 entidades federativas activaron la “alerta de género” por altos niveles de violencia contra las mujeres. 9 mujeres fueron asesinadas cada día (SESNSP). En mi país, cada mes hay un promedio de 51 mujeres al día que denuncian agresiones sexuales (SESNSP)… y esas sólo son las cifras que se tienen registradas, así que sumemos las tantas que nadie conoce.
Y es que cómo no sentir la impotencia de ver que nos están matando por el simple hecho de ser mujer. ¿Y que si soy privilegiada? Claro que lo soy, y ahora lo sé más que nunca. Y no por las oportunidades académicas o económicas que he tenido (las cuales agradezco), sino porque soy de ese pequeñísimo porcentaje de mujeres que en un mundo y en un país como el mío, no ha sido víctima de ningún tipo de abuso sexual… y decir eso es no es otra cosa que privilegio y suerte… No es justo que sólo pocas gocen de él.
Pero el que no me haya pasado no significa que no me pueda pasar, ni salva a las miles de mujeres a las que les pasa todos los días. Es un miedo con el que vivimos todos los días de nuestra vida (las mujeres que me leen no me dejarán mentir). Ya no me sirve pensar que porque no me pasa a mí, no le pasa a nadie (algo que me tardé años en entender). Seguir callada no me hace mejor persona que quienes causan tales daños. El silencio nos hace cómplices.
En marzo de 2020 se hizo historia en el mundo y en México, miles de mujeres salieron a las calles a manifestarse y exigir justicia ¡Ya basta! Tristemente, para muchos lo que más ruido hizo fueron los daños a los monumentos, el vandalismo. Pero ¿es qué no nos estamos dando cuenta de la desesperación que esto refleja? Miles de muertes y abusos todos los días, miles de casos por los que no se ha hecho justicia, y sí, en definitiva quemarlo todo y destruirlo no regresará a todas esas mujeres, pero hizo que todos voltearan… Yo creo que los daños a la nación pueden pasar a segundo plano.
Y es que es muy fácil juzgar el enojo y la rabia de las personas, pero puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que quienes se atreven a hacerlo es porque no han sido víctimas de abusos y muertes por esta razón… porque si así fuera, estaríamos todos en las calles, no sólo ese día, sino todos los días de nuestras vidas, quemándolo todo para que nadie más pasara por esto.
“Pero a los hombres también nos matan”… nunca falta el comentario, y sí, es cierto, pero el hecho de pelear por una causa, no significa que restes importancia a otras. Y es que no es tan diferente lo que todos queremos: justicia, igualdad, aceptación, libertad, un alto a la discriminación y la violencia, un fin a las muertes inocentes y un mundo seguro para todos… suena utópico de sólo leerlo, pero también esperanzador.
Sin duda somos una generación a la que nos ha tocado vivir muchos cambios. Y este 2020 ha sido un año especial (en todos los sentidos). Somos una generación que ya no puede permanecer ciega ante las injusticias que se viven día con día, tenemos la oportunidad y las herramientas para manifestarnos. No es sólo poner fin a los feminicidios, es una lucha contra todo tipo de discriminación.
Las redes sociales se han inundado de imágenes, videos, y trending topics para hacer consciencia: #el9nadiesemueve, #Blacklivesmatter, #Icantbreathe, #Translifematters. Publicar y etiquetar es un granito de arena, lo podemos hacer desde nuestro lugar y es una forma de ayudar (y creo que todos los millenials lo hemos hecho). Pero… ¿Es suficiente? ¿Puedo aportar de alguna otra forma?
Sí. Dejemos de ser hipócritas. No hacemos ninguna diferencia en seguir movimientos que luchan contra la discriminación si somos nosotros mismos los que muchas veces la propiciamos.
“Es una zorra”, “Es mujer, ¿qué esperabas?”, “maricón”, “indio”, “prieto”, “negro”… Mentiría si digo que jamás he usado alguna de esas expresiones. Crecí escuchándolas e ignorando el verdadero alcance de ellas. Me acostumbré a usarlas convenciéndome de que eran inofensivas. ¡Ah, pero eso sí!, como buena millenial me sumo al trending topic del momento porque me siento indignada por las injusticias (y créanme que lo estoy). Incoherente ¿no?
Empecemos por algo. Empecemos por nosotros mismos. Dejemos de considerar nuestras palabras como simples expresiones, maneras de decir, o bromas inocentes. Seamos honestos, son esas palabras el inicio de todas estas injusticias, son esas palabras el I can´t breathe que asfixia nuestra sociedad y que por tantas generaciones se ha normalizado… Basta. Informémonos sobre el tema, asistamos a protestas, aportemos a causas, firmemos peticiones, y sí, además utilicemos las redes sociales para alzar nuestra voz. Pero no seamos personas que se suman a un trending topic por subirse al tren y no desencajar.
Que esto que estamos viviendo nos indigne de verdad y nos lleve a hacer una real introspección sobre lo que nosotros hacemos y aportamos. Seamos coherentes con lo que exigimos, lo que hacemos y decimos. Demostremos que ser millenial no tiene sólo una connotación negativa.
¡Quemémoslo todo! que esa impotencia, desesperación y sed de justicia que ha movido al mundo, no nos deje descansar hasta que haya un verdadero cambio; pero no olvidemos que los primeros que tenemos que cambiar somos nosotros mismos. Lo primero que debemos quemar son los prejuicios que alimentan la ideología de quienes deciden asesinar a una (o miles) de personas por ser quienes son: mujeres, homosexuales, latinos, indígenas, afroamericanos, musulmanes… humanos.
Y así… sólo así, podremos ayudar a que algún día las futuras generaciones vivan en un mundo en donde el género, color de piel, orientación sexual, religión o ideología no sean razones para que las personas vivamos con miedo, sino razones para sentirnos orgullosos y libres.
“My daddy changed the world” – Gianna Floyd, 6 años de edad, hija de Gorge Floyd.
Sí Gianna, y ahora nos toca a hacerle honor a eso.
Muchas felicidades Fer !!! Me encanto tu Artículo y te veo muy comprometida con el grave problema que estamos viviendo del feminicidio en Mexico Algo tenemos que hacer !!! Cada uno desde su trinchera !! Y respetando y apoyando a toda
Mujer que nos toque tratar !!!