Soy Claudia y soy la parte administrativa de Tipos Libres, pero también soy madre de 2 hijos, cabeza de familia y nadadora master. Combino el trabajo, la familia y el deporte para tener una vida equilibrada y saludable.
Hoy les quiero platicar cómo fue que llegué a competir en el Mundial de Natación Master 2019 en Gwangju, Corea del Sur y que sostener una familia y mantener un trabajo de tiempo completo no te impide realizar tus metas.
A inicios de 2018 nuestro entrenador nos alentó a participar en el mundial que se celebraría en agosto de 2019. Mi primera reacción fue pensar que no podría: el nivel era demasiado alto y los gastos muy elevados. Sin embargo, al pensarlo con más calma, decidí que era una oportunidad que no podía dejar pasar, el nivel lo obtendría entrenando más duro y el dinero, ahorrando; tenía un año y medio para lograrlo. “Lo haré –pensé–, me esforzaré el doble pero por supuesto que lo haré.”
Así iniciaron mis entrenamientos de 2 horas diarias de natación por las mañanas y 2 horas de gimnasio por las tardes. Al inicio fue difícil combinar el trabajo y mis obligaciones como madre y ama de casa con los duros entrenamientos, terminaba mis días agotada pensando en que no me levantaría la mañana siguiente; sin embargo, al otro día a las 5:20 am que sonaba la alarma me levantaba y a las 6:00 am ya estaba dentro de la alberca para iniciar un entrenamiento más. Debía trabajar en mi técnica, resistencia y concentración para que cuando llegara el día estuviera suficientemente preparada para competir a nivel mundial.
Estar rodeada de gente altamente competitiva trajo como consecuencia que yo misma sacara ese gen de competitividad que estaba escondido.
En los meses previos a la competencia hubo varias interrogantes que debí contestar para poder escoger las 5 pruebas que finalmente nadaría en Gwangju: ¿Soy una nadadora de velocidad o de resistencia? ¿Cuál de los 4 estilos nado mejor? ¿Qué distancias son las que nado mejor?
También tuve que realizar varios trámites: pasaporte, visa, registro ante la FINA (Federación Internacional de Natación), inscripción al mundial, llenar cédulas de pruebas, cuestionarios médicos, realizar pagos de inscripción, hacer reservaciones de hotel, trenes, vuelos, etc.
Fueron meses de mucha actividad y de mucho estrés pero al final todo valió la pena para cumplir ese sueño.
Durante los meses previos a Gwangju participé en otras competencias como parte del entrenamiento ya que necesitaba trabajar mi concentración y eliminar el estrés que genera cada prueba. Mientras una va nadando, tiene que pensar en el número de brazadas, la respiración y la coordinación, y al mismo tiempo ser consciente de la posición que ocupa en relación a la de los rivales en la piscina para tratar de obtener ventaja. Durante cada prueba mi cuerpo y mi mente estarían trabajando de manera coordinada y, a medida que fui acumulando carreras, conseguí que mi mente estuviera más concentrada y enfocada.
Así pasaron los meses hasta que llegó el emocionante día de elegir el uniforme que usaría mi equipo, tenía que ser un uniforme digno de un mundial, que representara tanto a la institución para la que nado –la Universidad Autónoma de Querétaro– como a mi país, también ellos competirían contra los mejores del mundo y no se podían quedar atrás. Afortunadamente trabajo en el mejor estudio de diseño (Tipos Libres), con los mejores diseñadores, los más creativos y los más solidarios. En cuanto Eduardo –el Tipo Libre mayor– tocó el tema todos se pusieron a trabajar en ideas y diseños para crear lo que fue después uno de los uniformes más bonitos y llamativos del evento, a donde fuéramos nos identificaban como México, incluso, nos realizaron una entrevista para una revista Coreana.
Y llegó el día de partir, nervios de no olvidar nada: trajes de competencia, gorras, goggles, pasaporte, reservaciones, etc. y un largo viaje de 22 horas hasta Gwangju.
Llegar y ver la villa de los atletas, la alberca olímpica, las enormes gradas y las instalaciones en general, causó en mí una gran emoción. Era increíble darme cuenta que iba a nadar contra lo mejor de la natación master, todos esos agotadores entrenamientos, los calambres en las piernas después de nadar 8 km a máxima intensidad, las levantadas de madrugada, el privarme de fiestas, reuniones, salidas con amigos, los días en el gimnasio cuando ya no me respondían ni las piernas ni los brazos, todo eso había valido la pena porque al fin estaba ahí.
Convivir con nadadoras de países distintos, con diferentes idiomas y diferentes costumbres era extraño, pero a todas nos unía la pasión por la natación. Después del silbato de salida y dentro de la alberca, éramos competidoras, sí, pero antes y después de eso éramos amigas y nos hacíamos entender como podíamos en esas raras charlas antes de que nos llamaran a los bancos de salida para iniciar cada competencia.
Mi primera prueba fue 100 m libres, en cuanto salí a los bancos de salida perdí el oído, no escuchaba mas que mi corazón que latía a mil por hora, sentía que se quería salir, no podía controlar los nervios, me temblaban las piernas, sabía que mis hijos, mi madre, mis hermanos, algunos amigos y compañeros de trabajo me estarían viendo por la transmisión en internet, sabía que mi entrenador y compañeros estaban en las gradas; y luego vi mi nombre y mi país en la pantalla frente a mí y fue entonces que mi mente se aclaró y escuché a mis compañeros gritar mi apodo y darme ánimos, entonces supe que tenía que dar lo mejor de mí, que por eso había trabajado tanto, que me estiraría en cada brazada como si quisiera tocar el cielo. Entonces subí al banco de salida, escuché el silbato y me lancé al agua.
Las siguientes pruebas las nadé con muchísima emoción y siempre dando lo mejor que tenía, pero ya no sentí esos nervios que casi me paralizaron el primer día. Disfruté al máximo estar ahí, gocé cada prueba, cada brazada, cada respiración y cada segundo.
En retrospectiva no cambiaría absolutamente nada de esa experiencia, hoy solo espero que termine esta pandemia que nos paraliza para regresar a entrenar más duro, ahora creo que debemos luchar por nuestros sueños por más locos que parezcan, hoy les digo a mis hijos que aunque trabajar duro da la oportunidad de ser campeones, no siempre es garantía. Hoy solo espero competir en el mundial de Fukoka, Japón 2022.